Hace unos días leía un reportaje acerca de los beneficios que provoca para nuestra salud mental y bienestar en general, tanto de cuerpo como de alma, el realizar acciones solidarias y beneficiosas que redunden positivamente en la sociedad.

Parece probado que ayudar a los demás sin esperar nada a cambio aporta muchos más beneficios de los que a priori pudiéramos creer. Pensando en esta idea y en situaciones concretas personales o más o menos cercanas, he llegado a las siguientes conclusiones:

- Es cierto (aunque quizá no debería ser así) que ser consciente de que hay personas que viven en una situación más precaria que nosotros, nos hace tomar perspectiva de la vida y pensar de manera más optimista acerca de la nuestra. Porque además, nos olvidamos de nuestros problemas al encontrarnos de cara con los de otros.

- Nuestras sensaciones positivas aumentan al comportarnos de forma altruista al tiempo que los sentimientos negativos pasan a un segundo plano.

- Experimentamos un aumento de nuestra confianza y optimismo. La generosidad suele generar una cadena de acciones similares, que probablemente contribuirán a una sociedad más positiva y justa.

- Si la imagen que tenemos de la sociedad que compartimos mejora, implica que se facilitará la integración social.